sábado, 13 de febrero de 2021

RUMIAS DE CUARENTENA


“Cuando la información empezó a ser un negocio, la verdad dejó de importar” Ryszard Kapuściński.

Si nuestra conducta se disocia de la verdad, si la incertidumbre reina y conduce nuestros pasos, en cualquiera de las circunstancias  o escenarios, imperaría el caos y los objetivos de la raza humana se trastocarían. Muy lejos está el hacer un análisis de lo que significa la Internet para la sociedad humana, es un mundo nuevo, virtual e inmenso que crece a un ritmo imposible de entender, comprender o abarcar y del cual diariamente se escribe e investiga. Un esbozo, un llamado a la atención, una manifestación de preocupación, es lo único que se puede  pretender y hay muchos aspectos u opciones  para escoger, entre ellos: la verdad en la WEB, la manipulación de la conducta humana, la posverdad, los cambios en calidad y cantidad en las relaciones entre la gente, el estrés por el volumen de la información y su inmediatez, la libertad de expresión, la seguridad de las personas y sus bienes, la intromisión de los agentes políticos, para mencionar los más evidentes.

Al respecto debemos hacer algunas consideraciones previas. Las empresas como WhatsApp, Facebook y Twitter, Google, Windows, solo para nombrar las más importantes tienen como objeto prestar un servicio y ganar dinero. A nosotros nos encanta comunicarnos, oír música, ver películas, jugar en línea, conseguir información de forma gratuita, pero esas plataformas tienen un alto costo de mantenimiento que alguien tiene que pagar, no son gratis. Los anuncios comerciales que ahora estamos consiguiendo en YouTube constituyen un ejemplo, tuvieron que acudir a ellos como la consecuencia de su fracaso en la oferta de películas “Premium” pagadas. La propaganda permite que podamos seguir viendo videos y comunicándonos gratuitamente.

Por otra parte debemos tener claro que  las empresas no son las que nos roban nuestros datos personales, nosotros se los damos conscientemente y ellas los comparten o utilizan para conocer  y establecer nuestros patrones de consumo, o gustos, y elaborar con ellos nuestros perfiles, los cuales a su vez son los que determinan los mensajes que nos envían, tanto de propaganda, como en sugerencias de sitios, o información variada, que pudiere interesarnos: dejamos una enorme huella cuando viajamos por la WEB. Le apuesto que usted nunca se ha leído con calma el contrato que le ponen por delante y que usted acepta sin remordimiento. Los que al margen de la legalidad se apropian de los datos personales para cometer actos delictivos son los denominados hackers, o simplemente asaltantes de las redes, o empleados de las compañías que hurtan los datos y los venden al mejor postor, a organizaciones criminales, servicios de seguridad, gobiernos totalitarios, etc.

La Internet como tal es neutra, es una red internacional de computadoras que no es propiedad de nadie y por la cual se trasmite información de todo tipo (International Network of Computer) utilizando diferentes compañías proveedoras de comunicación por cable, inalámbrica o satelital. Cuestión importante para tener en cuenta es que los usuarios de estos servicios, o sea yo, tu, él, individuos o empresas, agentes políticos, religiosos, charlatanes, delincuentes, somos los mayores generadores de información en las redes, sea cual sea su tipo, sea verdadera o falsa, mal intencionada o no, somos los actores principales de inéditos procesos político­- sociales. Es la denominada WEB-2, término acuñado por Darcy DiNucci  en 1999 y popularizado por Tim O’Reilly en el 2004, para nombrar un cambio profundo, un momento crucial de la Red, ocasionado por la aparición de plataformas creadas por empresas que permiten el intercambio de información, los usuarios pasan de ser meros receptores de información, a ser actores que aportan opiniones, nacen así las redes sociales con todas sus implicaciones y se termina de perder su contenido neutral al ser los internautas consumidores y productores de contenido, esto es fundamental por cuanto lo contaminan, o colorean, con sus particulares y personales formas de pensar. Los gustos, emotividad, preferencias, creencias, etc., crean  agrupaciones, o nichos de información que tienden a ser homogéneos y cerrados. Por este nuevo espacio virtual, colectivo y público más del 50% de la población del mundo recibe la información. De gran importancia, con respecto a nuestra relación legal con las empresas dueñas de las plataformas es el hecho de que con ellas nos une un simple contrato gratuito de adhesión el cual suscribimos y aceptamos, y del cual nos podemos deslindar cuando queramos. Derivados y desarrollados dentro  de esta relación principal existen contratos remunerados, como son el alquiler de películas, o música, o los contratos de venta de productos y servicios, o la misma noticia del día que para obtenerla en la mayoría de la prensa virtual hay que pagar.

Volviendo a lo nuestro, por  tratarse de información que  recibimos constantemente, indudablemente nuestro primer punto interesante es el referente a la verdad del contenido. Esta certeza desde hace décadas, sobre todo la que se refiere a las afirmaciones políticas, yace sepultada bajo cientos de toneladas de mentiras y medias verdades.  No solo han sido los medios digitales quienes han contribuido a ello en forma preponderante, sino que ya en los medios tradicionales, televisión y prensa escrita, venía sucediendo desde siempre. La Internet aceleró el proceso geométricamente.

Dice Pablo Moral, en un artículo de abril del 2020, “Hasta Que La Desinformación Nos Separe”,  lo siguiente: “…Nunca había sido tan sencillo, ni tan rentable desinformar y nunca antes los consumidores habían estado tan predispuestos a contribuir a su propia desinformación…Sería ingenuo pensar que el engaño, la propaganda o la desinformación son fenómenos recientes. Dominar el relato, avivar pasiones y prejuicios o denostar a rivales ha formado parte de los objetivos de la comunicación política desde tiempos inmemoriales. El estratega chino Sun Tzu ya concluyó que “toda guerra está basada en el engaño” cientos de años antes de que Octavio Augusto recurriera a una campaña de propaganda para consolidarse como el primer emperador romano en el primer siglo A.C…”.

Analizar lo que es verdad ha ocupado cientos de miles de folios durante el transcurso de la historia de la humanidad y todavía siguen las discrepancias, pudiéramos sí, tratar de definir la mentira como un enunciado contrario al propio pensamiento y conscientemente expresado con la finalidad de engañar. A nosotros lo que nos interesa, en todo caso, es saber diferenciar los conceptos de verdad y verdadero, veracidad y veraz, mentira, falsedad y sinceridad, porque algunos de estos conceptos parecieran sinónimos y no los son. “…En el ámbito de la información, tanto en su dimensión jurídica cuanto en su dimensión ética, “verdad” y “verdadero” han sido desplazados por “veracidad” y “veraz” como elementos nucleares del derecho a la información…”    (José Luis del Hierro. Verdad y veracidad informativas: El ejemplo español. Eunomía. Revista en Cultura de la Legalidad Nº 7, septiembre 2014 – febrero 2015.Universidad Complutense de Madrid).

La mentira es lo opuesto a verdad, veracidad o sinceridad, esto no necesita mayor explicación. Ahora bien, verdad no es lo mismo que veracidad. Una persona habla verazmente si dice aquello que ella cree que es verdad, aunque no lo sea, en otras palabras, no es mentiroso quien no dice la verdad, lo es, el que a sabiendas de que no es verdad, mantiene que lo que dice es verdadero. El conocimiento errado es un error, no una mentira, igual la equivocación inocente. Estos conceptos hay que tenerlos claros. En ese sentido la veracidad y la sinceridad siempre van unidas, esta última pudiere considerarse una cualidad esencial de la primera. La falsedad es contraria a la verdad y puede deberse a un error involuntario, o a un enunciado malicioso que persigue un objetivo. Cualquiera puede decir una cifra errada por cuanto se equivocó en una operación matemática, o puede falsear la operación para dar una cifra que lo beneficie, dos vertientes que se diferencian por la intención de quien emite el enunciado. De lo anterior se desprende la importancia de que el sujeto que lee la información la investigue y la coteje con fuentes confiables y no se convierta en multiplicador de incertidumbres. El volumen, la inmediatez y la falsedad de la información conspiran a diario contra la buena fe, buenas intenciones y la certidumbre de quien la recibe y reenvía. Continuará en la próxima rumia.

                                                                      Jorge Puigbó.
 

1 comentario:

  1. Un análisis preciso sobre lo que vivimos como sociedad ante la información... O el exceso de ella. Gracias. Amo las Colaboraciones de este maravilloso articulista.

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